Decimas de fiebre persistentes

Decimas de fiebre persistentes

Causas infecciosas de la pirexia

La aparición de fiebre en un paciente de la UCI no es un signo de fatalidad inminente, pero es un signo que requiere atención. La fiebre suele ser una expresión fisiológica de la respuesta del huésped a la infección (26) o a la patología inflamatoria (11, 14). Se considera una defensa del huésped que promueve la síntesis de anticuerpos y citoquinas, y la activación de células T, neutrófilos y macrófagos (15). Al mismo tiempo, puede causar molestias y aumentar la ventilación minuto y el consumo de oxígeno (9, 21, 27). Esta sección se centra en la definición, la evaluación diagnóstica diferencial y el manejo de la fiebre en el paciente de la UCI.
No existe una definición uniforme de fiebre en la literatura (4). Varias guías la definen como una temperatura central de >38,0°C (100,4°F) (2) o 38,3°C (101,0°F). Esta variabilidad depende del propósito de la definición, de la sensibilidad requerida y de la naturaleza de los pacientes evaluados. La temperatura corporal normal se sitúa en torno a los 37,0°C (98,6°F), y varía entre 0,5 y 1,0°C con el ritmo circadiano. Varios factores, como los colchones especializados, el aire acondicionado, el bypass cardiopulmonar, la diálisis y la hemofiltración continua tienden a afectarla. Además, los mecanismos de termorregulación pueden verse alterados por fármacos o por daños en el sistema nervioso central o autónomo. Por lo tanto, a menudo es difícil determinar si una temperatura anormal es un reflejo de un proceso fisiológico, un fármaco o un factor ambiental (26). No obstante, es razonable considerar que una temperatura superior a 38,0 °C es febril y justifica la evaluación de la presencia de una infección.

Directrices para la fiebre en la uci

La fiebre prolongada inexplicable se define clásicamente como una temperatura superior a 38,3 ° C, registrada varias veces durante 3 semanas y cuya etiología no se encuentra después de una «rutina de investigación clínica y paraclínica» (examen clínico completo, radiografía de tórax, recuentos sanguíneos pruebas hepáticas, cultivo de orina [urocultivo]).
– Antecedentes personales: tuberculosis (especificando la fecha de la infección: antes o después de la llegada de la tuberculosis al mercado [estreptomicina; 1948 isoniazida: 1952; rifampicina: 1968]), tumores, alergias, antecedentes valvulares cardíacos, cuidados intervenciones dentales, prótesis (articulares, valvulares cardíacas, vasculares), marcapasos, transfusiones;
Sin embargo, hay que señalar las características de la fiebre, sin darles un valor excesivo. Un modo de instalación brutal evoca en cambio una enfermedad infecciosa, un paludismo de periodicidad corta, una fiebre periódica genética de periodicidad más larga (FMF por ejemplo), un linfoma de carácter ondulante.
Las posibles manifestaciones asociadas son: escalofríos (aunque no son específicos de una enfermedad infecciosa), sudoración (linfoma, tuberculosis, brucelosis), dolor no comunicado espontáneamente (claudicación mandibular). Se buscarán cuidadosamente síntomas fugaces como erupción cutánea (enfermedad de Still), púrpura, falsa paroniquia (endocarditis).

Taquicardia por pirexia

El primer informe sobre una posible conexión entre una infección bacteriana y la RF fue sugerido por Mantle en 1887, pero no fue hasta principios de la década de 1930 que se estableció la relación causal entre la infección por el estreptococo β-hemolítico y la RF. A partir de entonces, se recopilaron datos sobre la enfermedad en muchos otros campos. Todd, en 1932, introdujo un método para medir uno de los anticuerpos desarrollados por el cuerpo humano tras el contacto con la bacteria. Un año más tarde, Rebecca Lancefield clasificó los estreptococos en cinco grupos distintos. Posteriormente, se demostró que la administración continua de sulfanilamida prevenía las recidivas, y en 1950 y 1951 se demostró que el tratamiento adecuado de la faringitis estreptocócica con penicilina prevenía la enfermedad.
Ya en 1944, Thomas Duckett Jones había propuesto un conjunto de datos clínicos y de laboratorio para orientar y reducir el sobrediagnóstico de la FR. Los criterios de Jones fueron modificados y actualizados posteriormente por el Comité de la Asociación Americana del Corazón. La carditis subclínica, diagnosticada por ecocardiografía y Doppler, ha sido incluida en la última revisión, publicada en el año 2015. Los criterios de Jones han sido reconocidos desde hace tiempo como guías para el diagnóstico del primer episodio de la fase aguda. El conocimiento de la acción de los antibióticos en la prevención de la enfermedad, y la sistematización del diagnóstico mediante los importantes criterios de Jones, anunciaron una nueva era de estudios.

Fiebre refractaria

La fiebre representa hasta el 30% de todas las visitas que se presentan a los servicios de urgencias pediátricas o a los proveedores de atención primaria, lo que la convierte en una de las quejas principales más comunes (1,2). La fiebre como síntoma está impregnada de generaciones de mitos y folclore anecdótico que han contribuido a la persistencia de malentendidos y a la fobia a la fiebre. Los estudios que abordaron el tema de la fiebrefobia en 1992, 2001 y 2010 abordaron un conjunto de temas recurrentes (1). Entre ellos, había un gran número (91%) de padres que creían en los posibles daños permanentes que podía causar la fiebre, incluidos daños cerebrales (21%) y la muerte (14%). Y lo que es más importante, entre el 56% de los encuestados que se consideraban muy preocupados por la fiebre, había una mayor probabilidad de haber tenido un hijo que se hubiera sometido a una evaluación por la fiebre en la que se hubieran realizado análisis de sangre y el médico tratante pareciera muy preocupado por la fiebre (1). Las nociones y actitudes de los padres con respecto a la fiebre suelen estar modeladas por las actitudes de los médicos que han atendido a niños febriles. Los enfoques racionales basados en la evidencia sobre la fiebre en los niños pequeños son vitales para proporcionar una atención que trate la fiebre como un síntoma y no como una enfermedad. En este capítulo se presenta un enfoque de la fiebre en niños de apariencia normal o ligeramente enfermos, estratificado por edades: de 0 a 28 días, de 29 a 56 días y de más de 8 semanas de edad.